miércoles, 11 de febrero de 2015

Yanketruz, el trovador





Es tataranieto de un cacique ranquel, recorrió el mundo con su guitarra y fue amigo de Pablo Neruda. En la actualidad vende discos con recitales que dio en el exilio.

por Pablo Mereb


La sala de profesores de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ubicada en Puán 480) es el lugar elegido para la entrevista. Ahí está, en la puerta, Yanquetruz (que en lengua mapuche significa “gente que va lejos y rápido”). Es algo obeso y de mediana estatura. Lleva su pelo hasta los hombros, la barba crecida, lentes gruesos pegados con cinta adhesiva, una chomba a rayas gastada, un pantalón vaquero y un bolsito negro.

Nació el 23 de abril de 1936 en Arequito, provincia de Santa Fe (el mismo pueblo de la cantante Soledad). Su padre era un descendiente de italianos que se dedicaba a la pintura decorativa de iglesias y mansiones en la ciudad de Buenos Aires. Un día decidió partir hacia el sur de Santa Fe. “Iba como aventurero y conoció a mi madre que era una indígena, bisnieta del famoso cacique Yanquetruz de la tribu de los ranqueles, tribu influenciada por los mapuches, que ocupaba la actual provincia de La Pampa, el sur de Córdoba y el sur de San Luis”, explica con entusiasmo.

Y amplía sobre su antepasado: “En 1836, a los 65 años, se enamoró de la hija adolescente de un cacique de la tribu. Y se tuvo que ir, porque eso estaba mal visto entre los indios. Vivió sus últimos años en lo que hoy sería Arequito. Ahí nació mi madre, mis cuatro hermanos y yo. Pero desgraciadamente no nos quedamos allí. Tuvimos que escapar por deudas de juego de mi padre”.

- ¿Dónde se fueron?

- A San Pedro, en 1943. Allí mi padre me enseñó a pintar a los golpes. Para los tanos es normal pegar. Además, empezó mi apasionamiento por la música clásica escuchando la radio. A los 9 años me llevaron con una maestra de piano. Y fui progresando hasta que a los 14 años mi padre me sacó del piano... Y yo quedé con una pena enorme.

- ¿Por qué te sacó del piano?

- Me dijo que era mucho el conservatorio y el colegio nacional. Y mi tío, un anarquista que me formó intelectual y espiritualmente, me contó la verdadera razón recién a los 20 años. Un vecino le dijo a mi padre que todos los que tocan el piano son putos. Y como era un acomplejado “de la gran siete” me sacó inmediatamente. ¡Para defender el honor familiar! (se ríe).
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Abre una botellita de agua tónica y, después del primer trago, recuerda el hecho que le cambió la vida: “A los 15 años escucho por la radio a un hombre que tocaba folklore con una jerarquía que mi oído supo distinguir. Estaba frente a un tipo especial que cantaba zambas. ¡Y eso que a las zambas las consideraba una mierda! ¿Quién era? Atahualpa Yupanqui. Le pregunté a mi tío cómo hacía para encontrarlo en Buenos Aires. Y me advirtió que ni lo intentara. Porque Yupanqui era, como cualquier artista, un jodido.
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- ¿Viniste igual a Buenos Aires?

- Vine a los 18 años a estudiar Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Cosa que me metieron en la cabeza mis padres, porque yo hubiera querido estudiar pintura. Estuve adentro de la universidad durante catorce años, pero no estudiaba. Me iba tres años a México, volvía, estudiaba un año y al otro me iba a Brasil. Y terminé dejando, obvio.

- ¿Y qué ibas a hacer a esos países?

- Iba a cantar. Mi tío me aconsejó que, si quería aprender a tocar la guitarra y ser un buen payador, tenía que caminar todo el país. Me sugirió: “Si vas a Tucumán, hacé la zafra; si vas a Mendoza, hacé la vendimia; si vas al norte, cuidá las cabras. Siempre vas a encontrar algún guitarrero cantor. Acercate a él”.

- ¿Seguiste su consejo?

- ¡Claro! Hice de todo. Me fui a Tucumán y corté caña. Aré campos, hice la zafra, la vendimia y en Santa Fe trabajé en las minas de los valles Calchaquíes. Todo para estar al lado de algún guitarrero. Después empecé a viajar por toda América. El debut lo hice a los 20 años en un Café Concert de Bahía (Brasil). Mientras esperaba mi turno el dueño se dio cuenta que estaba nervioso y me mandó a una sala a tomar unos tragos. Cuando empecé el show estaba borracho pero tranquilo. Sabía que tocaba bien con las copas.

- Y a partir de ahí, ¿empezaste a ganarte la vida con los recitales?

- Ahí empecé a tocar pero, como no eran muy continuados esos recitales, inventé una cosa que era permanente. Cantaba puerta a puerta, como quien vendiera libros o naranjas. Iba por las casas y me presentaba: “Buen día. Soy un cantor de Argentina. Yo canto, no el tango, sino la música del interior del país, por ejemplo la zamba”.

- ¿En qué lugares hiciste esto?

- Por toda América, de México para el sur. Lo indispensable era huirle a la clase media. La clase media es vulgar y miedosa. Yo iba a los lugares aristocráticos. La clase alta no le tiene miedo a nada porque domina el mundo con su plata. Cuando un burgués de esos te deja entrar no te da un peso. ¡Te da mucha guita! Estaba como máximo veinte minutos y tocaba dos o tres piezas nada más.

- ¿Qué país te gustó más?

- Chile, sin dudas. Viajé allá durante toda la década del ´60. Cantaba en peñas y después casa por casa. En esa época, cuando recién triunfaba la revolución cubana, nos hicimos grandes amigos con Pablo Neruda. Siempre que iba pasaba por su casa. No entraba cualquiera a lo de Pablo. Recién me empezaron a recibir seguido cuando me hice amigo de su mujer (Matilde Urrutia) que amaba la música clásica tanto como yo. Cada vez que llegaba a su casa, Neruda se ponía a recitar: “Aquí viene el trovador, con la música de otra parte”. Era como un eslogan que tenía con mi llegada. Yo lo quería como un padre... Eran los ‘70 y me quedé unos tres años en Chile.

- ¿Por qué tanto tiempo?

- Porque en Chile había triunfado en ese momento la Unidad Popular de Salvador Allende. Acá yo estaba mezclado con la gente que empezaba a movilizarse antes del Cordobazo. Todos sabíamos que en Argentina se estaba por venir una muy jodida y en mis recitales hablaba mucho, era un publicista del pensamiento de izquierda. No lo pensé y me fui a Chile. Neruda había sido nombrado embajador de Chile en Francia, así que sólo tuve tiempo para saludarlo. Allende me llamaba “el trovador”. Muchos me llamaron, a partir de Neruda, “el trovador”. Y trabajé como guitarrero. Después vino la caída de Allende, que fue un complot encabezado por Norteamérica. Las Naciones Unidas se portaron bien y me llevaron a París.

- Supongo que en el exilio no te quedaste únicamente en París...

- Sí. Recorrí toda Europa cantando. En Toulouse (Francia) llegué a dar 36 conciertos en un mes. Salía como zombie después de las actuaciones. Viajé dos veces, en el `79 y en el `80, a Estados Unidos a cantar en universidades, porque conocía a profesores de la universidad de Harvard (Cambridge, Massachussets). Y viajé dos veces a Cuba, donde me hice amigo del poeta cubano Nicolás Guillén.

- ¿En qué año volviste a la Argentina?

- En 1985. Cuando regresé la música no anduvo. Acá todo lo dirigía Norteamérica. Y como no pude trabajar de músico, desarrollé mis conocimientos de pintura y empecé a pintar letras en las vidrieras de negocios. ¡Se ganaba mucho con este trabajo! Volví a ver Buenos Aires, leía y ganaba para vivir. Estaba tranquilo, hasta 1995.

- ¿Qué pasó en ese momento?

- ¡La tecnología pasó! Las letras se empezaron a hacer con una máquina de computadora llamada Plotter. Y se paró todo. Mi amiga Elsa Kelly, del partido radical, me ayudó mucho: me dio una casa en el barrio de Palermo que pertenece a la municipalidad. Vivo ahí y no pago nada. Eso me mantiene. Después, en la calle vendo compacts de presentaciones mías durante el exilio.

- ¿Fue idea tuya vender discos de tus actuaciones?

- (Piensa.) No, en realidad fue de Ulises, un chico que conocí acá, en la facultad. Él me comentó que en Rosario yo era muy conocido. No le creía, pero cuando fui me di cuenta que era cierto. Resulta que alguien tenía un casete mío y lo pasaba siempre en la radio. Era un casete grabado que debo haber vendido en algún concierto. A partir de ese momento, Ulises me sugirió pasar a CD recitales que yo tenía en casetes. Y ahí empecé a vender. Eso, junto con las clases de guitarra que doy aquí, me van salvando.
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Abre su bolsito y saca una carpeta para mostrarme recortes de diarios donde está junto a varias personalidades de la cultura. Se lo ve, por ejemplo, con su amigo Pablo Neruda o al lado de Jorge Luis Borges. Me queda una última pregunta.
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- ¿Cuál es tu verdadero nombre?

- Yanquetruz, pero podés llamarme ´el trovador`.



Noviembre 2005




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2005: Publicado en la revista “El Fisgón” en el mes de diciembre. Artilaria (Niceto Vega 4629, Cap. Fed.)
http://fisgones.blogspot.com.ar/







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