Nació en Castelcucco, Italia, el 19 de junio de 1913. Hijo de Anunziata Migliorini y Giusepe Reginato, tuvo once hermanos. Luisa, una de sus hermanas mayores, emigró a
Hizo la escuela primaria hasta
sexto grado y después tuvo que dejar. Sin embargo, con el tiempo, se convertirá
en un gran lector.
Hasta cumplir veintiún años vive en
Castelcucco y allí trabaja en el campo de su padre, donde aprende a destilar el
vino hasta sacar grapa (el pueblo donde nació se encuentra muy cerca del Monte
Grapa, que le da nombre a la bebida). Tenían ganado, sembradíos y también
operarios para realizar algunos trabajos.
Hacia 1919 muchos chicos se dedicaban
a juntar fierro viejo que quedaba de las batallas, que luego vendían como
chatarra, ya que la situación económica en ese momento no era buena. Este será
el primer trabajo de Paolo fuera de su casa.
Poco tiempo antes de la Segunda Guerra
Mundial la familia pierde sus campos al salir el padre de Paolo como garantía a
unos fabricantes de cal, cuya empresa quiebra. De la noche a la mañana se
encuentran sin casa y sin trabajo, lo cual hace que todos deban trabajar, ahora
como peones.
Por esa época nace la amistad con
Giusepe Zanesco, quien luego sería su suegro.
Hace la colimba con varios años de
atraso. Le toca ir a Abisinia, que era una posesión italiana en África, donde
completa dos años de conscripción.
Cuando vuelve del servicio militar
trabaja en la construcción del mausoleo en homenaje a los caídos durante la Primer Guerra Mundial,
en el Monte Grapa. También en Bresanonne construyendo una usina eléctrica
subterránea para varios países y, además, en un aserradero.
En 1939 es incorporado a un
regimiento de artillería para participar de la Segunda Guerra
Mundial. Lo envían con su regimiento al norte de África. A poco de iniciada la
batalla es tomado prisionero de los ingleses junto a otros veinte mil italianos,
en un lugar cercano a Tobruk (Libia). Desde allí lo envían en caravanas hasta
Palestina, posesión inglesa en ese momento. Llegan a Belén en Navidad y los
alojan en un campo de concentración. La gente del lugar les tiraba naranjas y
cebollas, que eran recibidas por ellos como manjar y escondidas bajo la tierra.
Luego de un tiempo los mandan a
otro lugar también dominado por los ingleses: la India. Otra vez en
campo de concentración con un adicional: allí contrae la malaria, de la que
logra salir bastante bien. De la
India lo llevan hasta Hay, Australia. En ese lugar lo
encuentra el fin de la guerra.
De su estancia en los campos de
concentración, recordaba el grado de organización que tenían los ingleses, a
quienes no apreciaba en lo más mínimo, al punto de no haber aprendido una sola
palabra del inglés, a pesar de haber convivido con ellos unos siete años.
En esos años, él y compañeros
prisioneros, habían armado una pequeña destilería de grapa clandestina y hasta habían
planeado una fuga de campo que no llegó a concretarse. En la etapa final de su
prisión les permitían trabajar en granjas, para hacer más llevadera la cosa.
Al finalizar la guerra debió
permanecer un año más en Australia debido a que el gobierno italiano no contaba
con buques para buscar a los prisioneros de guerra. Por esta razón decide
emigrar ni bien le sea posible.
Le habían ofrecido quedarse en
Australia. Le daban casa, trabajo y vehículo, pero como fue su último lugar de
prisión y él odiaba todo lo que estuviera vinculado con Inglaterra, les dio un
rotundo “no” como respuesta.
Cuando llegó a su tierra de origen
no quedaba nada: Italia estaba totalmente destruida, no había trabajo, la
pobreza era enorme, y hasta había desaparecido uno de sus hermanos en Rusia
durante la guerra. Frente a ese panorama, decidió en 1948 partir a la Argentina , ya que tenía
a su hermana Luisa radicada en Villa Arias, cerca de Bahía Blanca, sur de la
provincia de Buenos Aires. En ese lugar se instaló. Construyó con sus propias
manos una casa, trabajó en una mina de arena, y se empezó a cartear con su
novia Antonieta Zanesco, que había quedado en Italia.
En 1951 se casa con Antonieta por
poder. Ella llega a la
Argentina recién al año siguiente porque pierde el barco que
el gobierno argentino (de Juan Domingo Perón) había mandado a construir en
Italia y en su primer viaje a la
Argentina traería gratuitamente a familiares de empleados del
estado.
En 1953, en Villa Arias, nace la
primera hija de ambos: Juana María Reginato.
Durante algunos años tuvo un
criadero de pollos (llegó a tener alrededor de quinientos), con la intención de
poder dedicarse de lleno cuando se jubilase. Pero en tiempos en que era ministro
de Economía Martínez de Hoz tuvo que cerrar a raíz de que se importaban huevos
de Israel —que eran mucho más baratos— y esto hizo que las ventas cayeran y
fuera imposible comprar el alimento necesario para las gallinas.
Consiguió luego un trabajo como
civil en la Base Naval
Puerto Belgrano —en la panadería—, y nuevamente pudo levantar con sus manos
otra vivienda, esta vez en la ciudad de Punta Alta, donde nacieron el resto de
sus hijos: Adelia, José, Juan y Daniel. Permaneció en esa casa hasta el final
de su vida.
Peronista de alma, hizo los trámites para poder votar como
extranjero porque sostenía que si vivía en la Argentina tenía que
votar en su país de adopción.
Don Pablo, como se lo conocía en
Punta Alta, se movilizaba siempre en bicicleta. Era muy querido por los vecinos,
cultivaba su quintita, y regalaba verduras a todos.
En una oportunidad se le ocurrió
comprar incubadoras y criar pollitos. Antonieta le decía que eso no iba a
funcionar, pero él siguió adelante. Hasta que el emprendimiento se fundió.
Colaboró con los problemas del
barrio. Por eso, entre otras cosas, formó parte de la Cooperadora de una
escuelita, donde estudiaron sus hijas Juana y Adelia. Allí trabajó muchísimo, y
era común que se peleara con algunos, porque defendía lo que a él le parecía
que era lo correcto. En el patio de la escuela, las noches más calurosas,
proyectaban películas a las que asistían las familias del barrio.
En los veranos iba con su familia
de excursión a Pehuen-Có, una playa cercana a Punta Alta. Tanto le gustó el
lugar a Paolo, que adquirió un terreno. Cuando falleció estaba por inaugurar
una casa que entre él y su hijo José habían logrado levantar luego de años de
esfuerzo.
Los domingos, Don Pablo amasaba la
pasta y Antonieta preparaba el tuco. Nunca faltaba algún invitado.
Cuando le llegó la jubilación, en
1983, viajó por primera vez a Italia, después de cuarenta años de ausencia,
donde fue recibido como un duque por sus hermanos. Cuando volvió a la Argentina , empezó a
tener algunos problemas. Un día, a fines de 1985, estaba leyendo el diario y se
dio cuenta de que no veía de un ojo. Acudió a una consulta médica y le dijeron
que padecía un derrame. De a poco fue empeorando hasta que quedó internado, y
falleció el 18 de enero de 1986,
a los 72 años, en la ciudad de Punta Alta. Su familia
entera y todo el barrio lo lloraron.
***
Noviembre 1999
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