Ubicada en las afueras de Londres, Friar Park
es inmensa. Al aproximarse a esa mansión nadie podría evitar sorprenderse.
Tampoco ignorar el enorme cartel que reza en diez idiomas: “Privado, ¡aléjese!”.
Su dueño no tarda nada en recibirme. Se lo nota algo cansado. Enseguida
transita por el hermoso y descomunal jardín que el mismo creó.
Camina con sus botas de goma
embarradas y una vieja azada al hombro, con su desgastado gorro verde de lana,
observando cada uno de los árboles como si fueran sus hijos. Cuenta que fue un
día parecido al de hoy, fresco y nublado, cuando descubrió, en 1997, un nódulo
en su garganta mientras arreglaba el jardín. En agosto de ese año, en Italia,
le extirparon el tumor que resultó ser maligno. En esa oportunidad hizo uso de
su ironía tan “beatle” al declarar a la prensa que “probablemente grabe una canción
titulada Radiation Therapy”.
Adentro, en el living principal de
la impresionante morada, hay un gigantesco sillón rosa. El “beatle silencioso”,
como lo llamaba el periodismo en los setenta debido a su hermetismo, charla por
teléfono con las personas involucradas en el nuevo y flamante relanzamiento de
All Thing Must Pass, aquel exitoso e inmejorable debut solista de 1970,
considerado aún hoy, por los expertos en materia rockera, como el mejor registro
personal de un ex beatle.
Fascinantes objetos hindúes decoran
el lugar, las paredes están adornadas con fotos de la familia, con cuadros (uno
de los cuales está firmado por el artista plástico y cineasta estadounidense
Andy Warhol, muerto en 1987) y con dibujos firmados por Dhani, su único hijo,
nacido el 1 de agosto de 1978. Un sitar (instrumento musical de origen indio
que conoció el autor de Something en
su primer viaje a la India, en 1967, y con el cual quedó maravillado) descansa
solitario en un rincón de la casa.
Su señora, la mexicana Olivia
Arias, que conoció al ex guitarrista de The Beatles mientras este montaba Dark
Horse Records (sello discográfico de su pertenencia), y con el que se casó en
septiembre de 1978, le sirve en forma delicada un té.
El hombre que compartió escenarios
y estudios de grabación con grandes músicos como Bob Dylan, Eric Clapton, Carl
Perkins o Ravi Shankar (el maestro hindú que le enseñó los secretos del sitar);
el que organizó el primer recital benéfico de la historia del rock: el
Concierto para Bangladesh, realizado en 1971 en el estadio de Nueva York más importante,
es decir, el Madison Square Garden; el viejo compañero de aventuras de John,
Paul y Ringo; el guitarrista del grupo musical más importante del siglo XX; el
creador de My Sweet Lord y While My Guitar Gentil Weeps, entre
otros tantos clásicos, se sienta en el desmesurado sillón rosa y masculla:
“Esto se lo digo a cada periodista desde hace casi treinta años, ¡no me preguntes
que se siente ser un ex beatle! ¡Basta con eso! ¡Por favor te lo suplico! Fue
lo máximo y a otra cosa”. Enseguida, George Harrison sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario