Donde hay niños existe la edad de oro y al
leer “La
sexualidad de los playmobil” uno abriga la sensación de retornar al
lugar donde fuimos felices. Pablo Mereb hurga en la infancia y adolescencia de
toda una generación pre-Millennials como un Homero que diseña su propia comedia
griega en clave Ileven.
La década del ochenta retorna con ímpetu como contenedor de sus relatos, la riega de matices, se despereza y renace en su prosa. Pol da en la tecla e interpela a quien lo lee. Rememora sus historias con la destreza de un gran escritor y el regocijo de un niño en el recreo. Rasguea y canta bajo una ducha con el agua del calefón a medida. Sus frases tienen la musicalidad de una canción que reza en su bordón: “Los ochenta fueron el estribillo del siglo veinte”. El autor se corre de la figura del héroe, sus personajes desfilan y toman la posta con imperfecciones y tropiezos como forma de hacer frente a la vida.
Pablo relata con el rigor de quien llevó un registro mental de cada detalle vivido y se descubre jugando con playmobil entrada su adolescencia. ¿Y qué? Uno se reconoce en sus historias merebianas: el estoicismo de aceptar una calvicie ineludible, la expectativa hasta el final de una película en una sala despoblada, maldiciones gitanas, un gol fantástico que tendrás que revelar. Los invito a indagar en sus recuerdos a través de este libro. Pablo Mereb lo hace con la hidalguía de quien no ha desatendido su última partida, que no renuncia a dejar de jugar. Un escritor cabal que lucha internamente para no perder la libertad de la infancia.
La década del ochenta retorna con ímpetu como contenedor de sus relatos, la riega de matices, se despereza y renace en su prosa. Pol da en la tecla e interpela a quien lo lee. Rememora sus historias con la destreza de un gran escritor y el regocijo de un niño en el recreo. Rasguea y canta bajo una ducha con el agua del calefón a medida. Sus frases tienen la musicalidad de una canción que reza en su bordón: “Los ochenta fueron el estribillo del siglo veinte”. El autor se corre de la figura del héroe, sus personajes desfilan y toman la posta con imperfecciones y tropiezos como forma de hacer frente a la vida.
Pablo relata con el rigor de quien llevó un registro mental de cada detalle vivido y se descubre jugando con playmobil entrada su adolescencia. ¿Y qué? Uno se reconoce en sus historias merebianas: el estoicismo de aceptar una calvicie ineludible, la expectativa hasta el final de una película en una sala despoblada, maldiciones gitanas, un gol fantástico que tendrás que revelar. Los invito a indagar en sus recuerdos a través de este libro. Pablo Mereb lo hace con la hidalguía de quien no ha desatendido su última partida, que no renuncia a dejar de jugar. Un escritor cabal que lucha internamente para no perder la libertad de la infancia.
Raúl Haurat
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