En
aquella manifestación de New York logró escabullirse entre la multitud.
Fue
durante dos temporadas una estrella del montón en Hollywood.
Sorteó,
no sin algún raspón, los peligros del Amazonas.
Pasó
por el Big Ben justo a tiempo.
Transpiró
la camiseta en el desierto del Sahara.
Se
probó el traje de Dios sobrevolando Los Andes.
Tuvo
tiempo para el amor con fondo de Torre Eiffel.
Sus
ojos se drogaron admirando las pirámides de Egipto.
Bailó
en Río, escasa de ropas, como una garota más.
Paulinha
reconoció la herida que le había propinado aquella vez.
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